Nepal: una revolución entre China y la India
La crisis en Nepal, enclave entre China y la India, se agudizó en los últimos meses luego de que el Partido Comunista Unificado (maoísta) lanzara una ofensiva contra el gobierno dirigido por el derechista Partido del Congreso Nepalí y el Partido Comunista de Nepal (stalinista), al punto de forzar la renuncia del primer ministro, Kumar, que pertenece al PCN. Los maoístas habían integrado gobiernos anteriores, luego del triunfo de la insurrección popular que se produjo bajo su dirección, pero luego salieron de él alegando compromisos incumplidos por parte de sus socios, en especial el Partido del Congreso.
Varios meses luego de su salida del gobierno, el maoísmo impulsó dos huelgas generales aisladas, en diciembre y mayo, para exigir la convocatoria de una nueva Asamblea Constituyente que elabore una nueva Constitución tras la abolición de la monarquía en 2006. Las huelgas fueron una vía de escape a la enorme presión popular, que ha crecido como consecuencia del impasse político y de la espiral del desempleo. Centenares de miles de nepalíes han ido a buscar trabajo a la India. El parlamento actual, que oficia al mismo tiempo de Constituyente, se encuentra paralizado. Aunque avaló la expulsión de la monarquía, se rehúsa a proclamar la República e igualmente no ha dado un solo paso para imponer una reforma agraria. La "revolución democrática", como caracteriza el maoísmo del PCU al proceso nepalí, no ha consumado una sola tarea democrática. Salvando las distancias, asistimos a una suerte de kerenskismo político, ya que el PCU condiciona la proclamación de la República y la reforma agraria al proceso constitucional. Para The Economist, el régimen político de Nepal es un "limbo legal". También se asemeja al kerenskismo de 1917, con sus crisis de gobierno y sus maniobras parlamentarias, mientras lo acosa el agravamiento social y la guerra civil que se desarrolla en los estados fronterizos con la India, entre guardias de terratenientes y el Estado indio, de un lado, y los campesinos organizados por guerrillas maoístas (de diferente signo), del otro.
Cientos de miles de personas se movilizaron los primeros días de mayo, con un bloqueo total de la capital, Katmandú. Los protagonistas fueron los desocupados, en particular los jóvenes, que representan el grueso de los trabajadores de ese país. La desocupación en Nepal es desoladora. Mientras que el 80% de la clase obrera se encuentra en el campo, un 60% de la urbana está desempleada, al punto que aquellos que emigraron por falta de trabajo, en particular a la India, son un 10% de la población - más de tres millones de personas.
El maoísmo levantó la huelga, luego de que el gobierno respondiera con una fuerte represión policial, sabotajes e incluso una movilización organizada por la Cámara patronal para quebrar la lucha. De todas maneras, los maoístas - la principal fuerza parlamentaria del país- arrancaron el compromiso para avanzar en la Constituyente, lo cual produjo la renuncia del primer ministro, Kumar.
La república que espera
Luego de la caída de la monarquía en 2006, Nepal estableció un régimen político de tipo parlamentario ‘sui generis', con un presidente y un primer ministro, pero sin aprobar una nueva constitución. El ejército y la mayoría de las estructuras estatales quedaron intactas; la guerrilla fue confinada a una zona bajo control de la ONU, en función de una disputada integración a las fuerzas armadas tal como quedaron luego de la destitución del monarca. La "república federal" que exigen los maoístas, el partido más numeroso, está colgada del pincel. Las negociaciones para formar un nuevo gobierno se encuentran estancadas.
El maoísmo plantea formar de nuevo un "gobierno de unidad nacional" con los partidos de centro, quienes esquivaron la propuesta. Los dirigentes maoístas amenazaron con una nueva huelga general para desbloquear la situación. También insinuaron una vuelta a la lucha armada; Nepal tuvo once años de guerra civil. Sin embargo, el eje del PCU son las negociaciones con el partido del Congreso para formar un gobierno con primer ministro propio, para lo cual ha hecho la concesión de retirar la candidatura de su secretario general, Prachanda.
El Partido del Congreso Nepalí, el partido de los terratenientes y capitalistas, no podría, por otra parte, formar gobierno sin el PCU, porque en este caso su base de apoyo sería marginal. La exigencia de un primer ministro propio dilata la crisis; fueron los principales responsables del desplazamiento del primer ministro del PCU en la coalición precedente. De aquí que esté siempre latente la posibilidad de un golpe militar apoyado por la India, pero que es frenado por el temor a provocar una insurrección que ponga fin al régimen feudal-capitalista y por la ilusión de que el PCU retrocederá ante el peligro de una nueva guerra civil, que no desea y para la cual no se prepara.
En el PCU despuntó un principio de crisis cuando uno de sus dirigentes, Bhattarai, se entrevistó a solas con representantes del Estado indio. Si bien no quedan claras las implicancias de este encuentro, se podría estar formando al interior del PCU una corriente pro-india. La burguesía internacional emplea todos sus recursos (hay una gran intervención norteamericana) para forzar al PCU a aceptar las condiciones de socio dócil del imperialismo
La crisis y sus apariencias
De acuerdo a todos los partidos, inclusive el PCU, el principal punto de disputa es el desarme de la guerrilla. El acuerdo de paz del 2006 determinaba que el ejército popular - de casi 20 mil combatientes- sería confinado a algunas regiones del país bajo control de la ONU y, luego, integrado al ejército regular. Sin embargo, el comandante en jefe del Ejército, Rookman Katawal, se negó y fue destituido por Prachanda, en 2009, cuando ocupó el cargo de primer ministro. El presidente, sin embargo, reinstaló en su cargo a Katawal, lo cual provocó la renuncia de Prachanda. La guerrilla sigue confinada en los campamentos de la ONU y sus armas guardadas. En realidad, los partidos se debaten sobre los métodos para disolver la guerrilla, luego de la asimilación del PCU a la colaboración política con la burguesía, más que sobre un potencial renacimiento de la lucha armada. Existe el temor de que los guerrilleros que quedan abandonados a su suerte se conviertan en un factor explosivo.
Una crisis (explosiva) regional
Las miradas de China y la India están puestas en la crisis de Nepal por razones de peso propias. Históricamente, Nepal ha sido un satélite de la India, su mercado principal. La India, sin embargo, se encuentra inmersa en una guerra civil contra una guerrilla extendida entre los campesinos más explotados y desplazados, especialmente las tribus, que representan unos 80 millones de personas, en al menos un tercio del país, donde también existe una reserva de minerales cuyo valor se calcula en 4 trillones de dólares. El crecimiento del maoísmo en India obedece a la resistencia armada a las bandas paramilitares financiadas por los terratenientes que, en los últimos diez años, provocaron el suicidio de más de 150 mil campesinos. En India, de todos modos, el maoísmo tiene una tradición de gobierno en algunos estados, donde ha impulsado planes de privatización y apoyado a los pulpos que acaparan tierras contra los campesinos. En su conjunto, el régimen social de India se caracteriza en la actualidad por una descomunal expropiación de los desposeídos - de tierras y de villas miserias.
Decenas de miles de campesinos fueron desplazados y debieron huir a las ciudades, dando lugar a un crecimiento vertiginoso de los "slums" (villas miserias), que recientemente fueron arrasados brutalmente con fines inmobiliarios. El gobierno también movilizó a más de 100 mil soldados, junto a los centenares de bandas armadas de los terratenientes, contra la guerrilla, ejecutando las peores masacres contra los pueblos tribales.
Es en este cuadro que para India resulta problemático un acuerdo político en Nepal que no asegure la colaboración de este y menos que sirva de retaguardia a la guerrilla. Además de las guerrillas, el régimen indio enfrenta una creciente ola de huelgas obreras - y, en el momento actual, una insurrección obrera generalizada en Bangladesh.
China, en cambio, se ve favorecida por el impasse político. La burocracia restauracionista no quiere ver en Nepal un régimen que apoye al nacionalismo tibetano, que cuenta con el apoyo de sectores del imperialismo. También implicaría un problema para ella un ascenso de las guerrillas, dado su propio papel en la expropiación de sus propios campesinos. Beijing mantuvo una relación cordial cuando Prachanda estuvo al frente del gobierno, en función de que India no controle a Nepal.
En definitiva, la revolución nepaleza entrecruza una serie de guerras civiles y levantamientos obreros, que se extienden en el inmenso territorio de China, India y Bangladesh. Tomado en su conjunto, en este territorio se desarrolla una situación pre-revolucionaria que la prensa internacional mantiene en la oscuridad. Esta crisis combina contradicciones históricas explosivas con la irrupción de la bancarrota capitalista internacional, ya que abarca a algunos de los Estados que más se imbricaron con el mercado mundial en las tres décadas recientes. Por eso puede llegar a convertirse en un plazo breve en un epicentro de una crisis revolucionaria internacional. Nuevamente se plantea la calidad de la política de la dirección de las masas - en las que domina una conciente línea de colaboración de clases, o sea de freno de la revolución social. Es un territorio también que linda con las principales guerras del imperialismo y el derrumbe de Estados enteros, como ocurre en Pakistán. Asistimos a un campo de desarrollo revolucionario como no existió nunca antes en la historia.
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