Estamos a días de que se cumplan tres meses desde la realización, el 14 de marzo, de la primera asamblea universitaria que tenía el objetivo de imponerle un rector a nuestra universidad. Allí, los estudiantes plateamos una serie de reivindicaciones que entendemos políticamente indispensables a la hora de afrontar la crisis terminal que atraviesa la UNMdP: comedor universitario, cumplimiento del monto establecido para las becas de ayuda económica, guardería para los hijos de estudiantes, subsidio para las fotocopiadoras autogestionadas, ingreso irrestricto, gratuidad de los posgrados, más presupuesto, democratización de los órganos de co-gobierno.
Las camarillas, sumergidas en estrategias corporativas dirigidas a la constitución de aquellos consensos necesarios para alcanzar el sillón del rectorado, comenzaron por liberar compulsivamente una determinada cantidad de compromisos, en supuesta consonancia con las demandas estudiantiles. Sin embargo, bastaron unas pocas semanas para corroborar que dichos compromisos no eran otra cosa que “declaracionismo”. Como de costumbre, al tratar las reivindicaciones más profundas, contestaban que se trataba de cuestiones que requerían asignaciones presupuestarias, y que por lo tanto debían ser enmarcadas dentro de “la lucha por más presupuesto”. Pero luego, ni siquiera uno de los decanos que aprobó por unanimidad en el Consejo Superior un plan de lucha de toda la universidad por más presupuesto; ni siquiera un decano, ni hablemos de Medina, fue consecuente con lo que había votado, no le pusieron el cuerpo ni la voluntad a esta lucha, que debió ser llevada adelante por los estudiantes y por los trabajadores no-docentes.
La pelea es otra
Ni al gobierno nacional, ni al “campo” (entrecomillas porque designa una cantidad muy heterogénea de intereses sociales más correspondidos con los de la sociedad rural, que con los peones) les importan los salarios miserables, el trabajo en negro, ni el crecimiento de la pobreza. Mucho menos, entonces las retenciones móviles que se nos aplican a los trabajadores todos los días a partir de la inflación. Como en la universidad, para los capitalistas el mundo funciona a manos única.
A lo largo de este tiempo, Medina se fue sin pena ni gloria y su sucesor interino, Morea, declaró en La Capital (22/5) que el empantamiento que caracteriza a la elección de rector “no expresa un grado de conflictividad generalizada”. La universidad se cae a pedazos, existen altísimos índices de deserción, los salarios docentes y no-docentes son precarios y progresivamente corroídos por la inflación, no hay calefacción, etc… Y el rector interino dice que no pasa nada. Incluso llegó a atreverse –junto con otros decanos- a cuestionar la representatividad de quines viajamos al Ministerio de Educación, para garantizar el cumplimiento de una ordenanza del consejo superior –como dijimos votada por unanimidad- que establecía una lucha por mas presupuesto.
Mientras, los candidatos a rector, Pérez y Garamendy siguen jugando al ajedrez…
Los estudiantes y trabajadores hemos demostrado ser la única garantía para la defensa de la universidad pública. Es el momento de profundizar los debates para configurar, difundir y concretar un plan de lucha por más presupuesto, y por la democratización del gobierno universitario.
La presente situación política va a estar determinada por la firmeza que mostremos los estudiantes para no seguir pagando con nuestro esfuerzo el sostenimiento de unas camarillas reaccionarias y privatizadoras. A días de cumplirse 90 años, éste va a ser el mejor homenaje que le podemos hacer a la reforma del 18´
Las camarillas, sumergidas en estrategias corporativas dirigidas a la constitución de aquellos consensos necesarios para alcanzar el sillón del rectorado, comenzaron por liberar compulsivamente una determinada cantidad de compromisos, en supuesta consonancia con las demandas estudiantiles. Sin embargo, bastaron unas pocas semanas para corroborar que dichos compromisos no eran otra cosa que “declaracionismo”. Como de costumbre, al tratar las reivindicaciones más profundas, contestaban que se trataba de cuestiones que requerían asignaciones presupuestarias, y que por lo tanto debían ser enmarcadas dentro de “la lucha por más presupuesto”. Pero luego, ni siquiera uno de los decanos que aprobó por unanimidad en el Consejo Superior un plan de lucha de toda la universidad por más presupuesto; ni siquiera un decano, ni hablemos de Medina, fue consecuente con lo que había votado, no le pusieron el cuerpo ni la voluntad a esta lucha, que debió ser llevada adelante por los estudiantes y por los trabajadores no-docentes.
La pelea es otra
Ni al gobierno nacional, ni al “campo” (entrecomillas porque designa una cantidad muy heterogénea de intereses sociales más correspondidos con los de la sociedad rural, que con los peones) les importan los salarios miserables, el trabajo en negro, ni el crecimiento de la pobreza. Mucho menos, entonces las retenciones móviles que se nos aplican a los trabajadores todos los días a partir de la inflación. Como en la universidad, para los capitalistas el mundo funciona a manos única.
A lo largo de este tiempo, Medina se fue sin pena ni gloria y su sucesor interino, Morea, declaró en La Capital (22/5) que el empantamiento que caracteriza a la elección de rector “no expresa un grado de conflictividad generalizada”. La universidad se cae a pedazos, existen altísimos índices de deserción, los salarios docentes y no-docentes son precarios y progresivamente corroídos por la inflación, no hay calefacción, etc… Y el rector interino dice que no pasa nada. Incluso llegó a atreverse –junto con otros decanos- a cuestionar la representatividad de quines viajamos al Ministerio de Educación, para garantizar el cumplimiento de una ordenanza del consejo superior –como dijimos votada por unanimidad- que establecía una lucha por mas presupuesto.
Mientras, los candidatos a rector, Pérez y Garamendy siguen jugando al ajedrez…
Los estudiantes y trabajadores hemos demostrado ser la única garantía para la defensa de la universidad pública. Es el momento de profundizar los debates para configurar, difundir y concretar un plan de lucha por más presupuesto, y por la democratización del gobierno universitario.
La presente situación política va a estar determinada por la firmeza que mostremos los estudiantes para no seguir pagando con nuestro esfuerzo el sostenimiento de unas camarillas reaccionarias y privatizadoras. A días de cumplirse 90 años, éste va a ser el mejor homenaje que le podemos hacer a la reforma del 18´
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